He aquí dos conjeturas psicológicas, que el contacto social prolongado de estos últimos días ha despertado:
Algunas veces, rechazamos a otro porque reconocemos en él rasgos propios- por lo general no admitidos como tales- que nos disgustan, pero de los que no logramos despojarnos
Otras veces, en cambio, rechazamos al otro porque presenta caractaerísticas que nosotros querríamos tener (aunque a menudo desconozcamos tal deseo), pero nos resultan inasequibles.
Es interesante, al menos como hipótesis que ayuda al auto y al hetero-conocimiento, detectar cuáles de estos motivos descansan detrás de las críticas, enojos y animadversiones que albergamos hacia los demás.
Algunas veces, rechazamos a otro porque reconocemos en él rasgos propios- por lo general no admitidos como tales- que nos disgustan, pero de los que no logramos despojarnos
Otras veces, en cambio, rechazamos al otro porque presenta caractaerísticas que nosotros querríamos tener (aunque a menudo desconozcamos tal deseo), pero nos resultan inasequibles.
Es interesante, al menos como hipótesis que ayuda al auto y al hetero-conocimiento, detectar cuáles de estos motivos descansan detrás de las críticas, enojos y animadversiones que albergamos hacia los demás.
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