jueves, 12 de enero de 2012

Experimentos

¿Cómo influyen nuestros hábitos diarios sobre nuestros modos posibles de estar entre las cosas, de interactuar con ellas? ¿Cómo modifican la atmósfera afectiva que nos rodea?

El tiempo que pasamos sentados, el tiempo al aire libre, el tiempo de encierro, las cosas que compramos, el tono de vos con el que hablamos y los tonos con los que nos hablan, la televisión prendida (nunca en mi caso, pero se supone que ésta es una reflexión general), la cantidad de veces que chequeamos mails, los libros que leemos, las horas de sueño, la comida que elegimos, la posibilidad de trabajar a diario con las manos...

¿Cuántas de estas cosas se pueden variar y cuáles de ellas supondrían formas nuevas de libertad o de expansión para algunos, y formas de cansancio u opresión para otros? 

Se me ocurre que uno podría comenzar a experimentar conscientemente con algunas de estas variables (se me ocurre, también, que ya llevo algunos años experimentando incosncientemente con varias de ellas) y ver qué pasa. Apropiarse un poco más de lo que damos por sentado. Sacudir lo que suele estar quieto. Y ver qué pasa.