Es como estar adentro de una película de Linklater.
Esos que están sentados frente a mí, en una fiesta, en un jardín,
eran mis amigos entonces, a los veinte años.
Nos juntábamos de noche entonces y hablábamos del mundo que veíamos,
de lo que leíamos, de nuestros primeros trabajos.
Diez años más tarde, los reencuentro y hablamos otra vez,
sobre las vidas que hacemos, ahora que todos tenemos espacios propios
y cotidianidades más asentadas.
Ahora que los cuerpos, los cansancios y los ritmos son otros.
Y sin embargo ahí sigue, distinta pero la misma, esa manera suya de ver las cosas.
Los temas que nadie más trata. Las palabras poco usadas.
Gente que habla de lo que nadie más habla. De lo que piensan antes de dormir.
De cómo volver más amable el mundo. De las otras vidas que podrían vivirse.
De las partes más queridas de la propia vida.
Los escucho y recuerdo por qué eran mis amigos.
Los escucho y alguna vieja necesidad se calma.
4 comentarios:
:)
Gracias!
Tengo una teoría, de alguna manera tu texto la confirma: Si nos reuniéramos más seguido con los amigos de entonces, nadie tendría que ir al psicoterapeuta...todo se resuelve en esas reuniones.
Sin duda hay mucho de autoconocimiento y de recuperación de uno mismo en esas reuniones...No? Aunque me pregunto si eso bastaría para mantener a un/a argentino/a lejos de su psicoanalista!
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