viernes, 13 de febrero de 2009

Los años

Le pregunto a mi mamá cómo está.
-Muy bien- me contesta. Y se la ve muy bien.
-Pero creo que estoy envejeciendo- añade sonriente. Cada vez me preocupo y angustio menos por los contratiempos sin importancia, por los enfrentamientos triviales, por las cosas mal hechas que no puedo cambiar... Aunque a la vez hay cosas que me siguen preocupando y a las que me dedico completamente. Porque si no la vida se vuelve gris, no?
La escucho y pienso en algunas de mis noches de insomnio, o en algunas de mis tardes de migraña. En lo difícil que me resulta a veces tomar distancia, elegir las tareas, las personas y los compromisos que importan, y dejar el resto de lado. En las (muchas) veces que me descubro tratando de hacerlo todo, cuidarlo todo, poderlo todo.
Pienso también en tantas personas que conozco que con el tiempo se han vuelto cada vez más quejosas, más irritables, más opacas y oscuras, e hipotetizo- en contra del diagnóstico materno- que no toda vejez viene acompañada de la tranquilidad alegre de la que ella me habla.
Pero, concluyo optimista, si he heredado los genes relevantes, quizás el paso de los años tenga algunas ventajas insospechadas.

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