Estamos en una sobremesa de familia y pregunto, como al pasar, si nadie tiene una cafetera de sobra que me obsequie.
Mi hermana me mira entonces y me dice: La estás pidiendo para no comprar algo que no hace falta...? Y su voz lo dice todo. En los últimos años, calentamiento global y lectura de blogs ecologistas mediante, mis tendencias anti-consumistas se han ido acentuando. Pero esa no parece ser la inclinación de los que me rodean y, aunque no dicen nada al respecto, sospecho que muchas de mis prácticas recientes les parecen excéntricas y/o ridículas. De todos modos, es cierto. Pregunto si tienen una cafetera de más, no para ahorrarme el dinero, sino para evitar comprar algo nuevo que no hace falta. Y eso respondo a desgana, esperando se rían un poco o me reprochen por tacaña.
Pero entonces el novio de mi hermana, por lo general callado, acota: - Yo pienso lo mismo. Para qué comprar lo que no hace falta? Y agrega:- yo vivo apagando las luces de casa, aún cuando el resto se queja y nadie entiende que no es por gastar, es porque se está calentando el mundo...
Es difícil explicar la alegría de ese mínimo intercambio. Saber que, otra persona muy distinta a mí, mucho más joven, con otra vida y otras prácticas, también se preocupa por cuidar un poco más lo que consume y lo que gasta. Saber que hay otros, aunque no sean tantos, intentando hacer de un modo distinto las cosas.