D y yo debemos ser la únicas personas en la ciudad que vamos al supermercado con nuestras bolsas de tela en un intento- mínimo- por reducir nuestro consumo de plástico.
Nadie imita nuestra idea. Nadie parece haber pensado de modo espontáneo algo similar.
D. se ríe y me dice que parecemos un par de Amish, o dos miembros de las familia Ingalls.
Sospecho que más de uno debe pensar algo semejante de nosotros.
Y sin embargo, insistimos en esta práctica solitaria. Después de todo, con la edad cada vez cuesta menos esto de ser un poco raro, las bolsas de tela son más cómodas y es bueno no ver tanto delgado plástico blanco asomando por todos los cajones.
Nadie imita nuestra idea. Nadie parece haber pensado de modo espontáneo algo similar.
D. se ríe y me dice que parecemos un par de Amish, o dos miembros de las familia Ingalls.
Sospecho que más de uno debe pensar algo semejante de nosotros.
Y sin embargo, insistimos en esta práctica solitaria. Después de todo, con la edad cada vez cuesta menos esto de ser un poco raro, las bolsas de tela son más cómodas y es bueno no ver tanto delgado plástico blanco asomando por todos los cajones.
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