¿Por qué exponerse?
Si son tanto más cómodas las habitaciones en calma, lo libros, el descanso y el té.
¿Por qué salir a la intemperie, someterse a evaluación y crítica, probar lo que nunca se ha probado,
lo que no conocemos ni dominamos bien?
¿Por qué elegir la incomodidad, la inseguridad, el riesgo?
Y sin embargo, aunque las preguntas sean incómodas, la respuesta es clara: está bien dejar de ser quieta e inerme. Es bueno, pese a todo, estar afuera.
Salir a mirar el mundo. Saltar a probarlo un poco.
Cambiarle, si se puede, los costados.
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