Días de dejar que las cosas me hablen.
De escuchar a la gente que charla en los cafés
y sonreirles,
casi sin conocerlos sonreirles.
Porque sí. Porque hacen vidas tan distintas,
y hablan
del arte sin dinero,
de ciudades que asustan,
de decisiones que definen
a la persona y a su trabajo.
Días de leer a otros
y conmoverme
al ver con que cuidado
eligen sus palabras.
Días soñar que leo a otros
y sus palabras abren mundos nuevos.
domingo, 26 de julio de 2009
sábado, 18 de julio de 2009
Anticipo
Es bien cierto que, a menudo, el buen trabajo intelectual es producto de la tarea cotidiana de sentarse, hora tras hora y papeles en mano, a leer, subrayar, escribir, conectar ideas. Aún cuando uno se haya despertado gris. Aún cuando mire la pantalla en blanco sin la menor idea de qué escribir. La tarea constante produce, poco a poco, caracterizaciones, argumentos, citas, notas al pie, defensas y agradecimientos.
Pero también está el otro momento. Y, después de varios años en estos menesteres, una foma peculiar de autoconocimiento lo anticipa. Las señales son varias: cierta alegría del cuerpo, la sonrisa por nada, la manos que hormiguean, la ansiedad por sentarse ante la computadora o encontrar en algún lado un pedazo de papel. Uno no sabe aún qué va a escribir. No sabe siquiera qué va a pensar. Pero sabe qué está por escribir algo, que está por pensar algo. Y que probablemente ese algo sea el primer nudo sobre el que uno va a volver una y otra vez en los meses siguientes de trabajo rutinario. Puede que haya creatividad en todo el proceso pero, sin duda, ésta es la parte más tumultuosa y la más entretenida.
Pero también está el otro momento. Y, después de varios años en estos menesteres, una foma peculiar de autoconocimiento lo anticipa. Las señales son varias: cierta alegría del cuerpo, la sonrisa por nada, la manos que hormiguean, la ansiedad por sentarse ante la computadora o encontrar en algún lado un pedazo de papel. Uno no sabe aún qué va a escribir. No sabe siquiera qué va a pensar. Pero sabe qué está por escribir algo, que está por pensar algo. Y que probablemente ese algo sea el primer nudo sobre el que uno va a volver una y otra vez en los meses siguientes de trabajo rutinario. Puede que haya creatividad en todo el proceso pero, sin duda, ésta es la parte más tumultuosa y la más entretenida.
sábado, 11 de julio de 2009
Pequeños placeres (no tan) cotidianos
Está mañana tomamos café en una librería,
y D. me regaló Voces de Ursula K Le Guin.
Por si eso fuera poco, compré en oferta una chalina roja.
Y, placer de los placeres, pase al menos seis horas despierta
y alejada de la computadora.
Maneras de disfrutar el Sábado. El invierno. Las vacaciones.
y D. me regaló Voces de Ursula K Le Guin.
Por si eso fuera poco, compré en oferta una chalina roja.
Y, placer de los placeres, pase al menos seis horas despierta
y alejada de la computadora.
Maneras de disfrutar el Sábado. El invierno. Las vacaciones.
domingo, 5 de julio de 2009
En blanco
Vía Me gustan los picnics
Desde allá lejos todo parecía fácil.
Volver y escribir y escribir.
Pensar, armar, contraponer,
comparar, pulir, cortar y expandir
en el lugar y en el momento apropiados.
Hallar la palabras justas,
la forma clara,
el tono ágil,
la estructura firme, compleja y delicada.
Pero aquí no hay tantos otros pensando a diario,
no hay tanto desafío,
ni tanta novedad en el aire.
Y me quedo mirando la pantalla blanca,
demasiado blanca.
A veces, trabajar cuesta.
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