Lo que no hay que olvidar es que hay algunas mujeres que viajan por la tarde para escucharnos repasar esa presentación terrible que nos atemoriza.
Que frenan las olas de visitas en los primeros días después del parto, para que podamos disfrutar unos minutos a solas con nuestra hija.
Que se hacen cargo de nuestro trabajo cuando nos enfermamos, aunque ellas también están llenas de trabajo e hijos.
Que leen cada palabra que uno escribe, las corrigen, le dan forma.
Que nos ayudan a preparar un viaje.
Que pasan horas enseñándonos a desembrollar algún indispensable, pero misterioso, recurso informático.
Y uno también hace los mismo por ellas. Y sabemos que así, pese al vértigo y al cansancio, de algún modo, el mundo se sostiene.
Que frenan las olas de visitas en los primeros días después del parto, para que podamos disfrutar unos minutos a solas con nuestra hija.
Que se hacen cargo de nuestro trabajo cuando nos enfermamos, aunque ellas también están llenas de trabajo e hijos.
Que leen cada palabra que uno escribe, las corrigen, le dan forma.
Que nos ayudan a preparar un viaje.
Que pasan horas enseñándonos a desembrollar algún indispensable, pero misterioso, recurso informático.
Y uno también hace los mismo por ellas. Y sabemos que así, pese al vértigo y al cansancio, de algún modo, el mundo se sostiene.